Patricio Falconí advierte que las religiones han sido, no pocas veces, monstruos que han ofrecido buenas esperanzas.
Las religiones (de hecho) influyen en la vida de los pueblos, incluso condicionan o marcan su psicología, su cultura, su forma de ser; pero, simultáneamente, los pueblos transforman a las religiones: inyectan a las creencias originales ideas y desafíos, conceptos y paradigmas nuevos. La relación es de ida y vuelta, jamás estática.
Así pues, uno es el cristianismo que se arropa, para imponerse, en Cruzadas-Inquisiciones-Guerras… y otro, por cierto, el cristianismo que se renueva por obra de la Ilustración, la Revolución Francesa o la misma Revolución Socialista… En el mundo ha habido cristianismos, en plural…
El Islam, por su parte, ha hecho grandes aportes a la humanidad (astronomía, matemáticas, ciencia, literatura, arquitectura)… hasta que un día, superado por la prosperidad de Occidente, se quedó suspendido en el tiempo… sin tirar puentes (o lianas) a la Modernidad. No cabe confundir Islamismo con fundamentalismo o fanatismo o rencor.
A partir de estas y otras ideas, Patricio FAL plantea que el gran reto es descubrir los POR QUÉ de un divorcio que solo promete catástrofes y enfrentamientos.