SER O NO SER: Identifique a los Agentes de la CÍA EN ECUADOR
Dice
Pitigrilli, el gran humorista italiano, que las cosas no son como son sino como
se miran. Si mientras contemplas la cena de Leonardo no te dicen: ¡Qué cara de
traidor tiene el cuarto, comenzando por la izquierda!, no sabes cuál de los
doce discípulos es Judas. Pero apenas te han dicho cuál es Judas, le ves cara
de infame. Además encuentras raro que no sea negro ni gay, aunque quién
sabe.
He
recordado a Pitigrilli luego de haber visto el documental la CIA EN EL ECUADOR
preparado en salsa chavista leninista por el canal TELESUR. En el documental
aparecen varios amigos míos, a quienes desde ahora los llamaré ex amigos. La
ducha es necesaria. Por civismo y amor a la patria.
Christian
Zurita y Juan Carlos Calderón tienen (hoy me percato) una mirada esquiva,
fugitiva, de tramposos. A Zurita lo conocí como un periodista justiciero, que
amaba la palabra precisa. Además era discípulo de mi amigo Simón Espinosa
Cordero, conocido agente de la Central de Inteligencia que ahora trabaja como
agente de la Comisión Anticorrupción. Calderón se presenta como hincha de la
Liga y juega a investigador, pero yo creo que así como a los locutores les
dictan las alineaciones de los equipos… a él le dictan los informes que recita.
Para mí, Zurita y Calderón aman el american way, ambos son empleados del GRAN
HERMANO imperial, igual que BONIL.
Martín
Pallares, nieto de Benjamín Carrión y cuñado del Pájaro (Mc Donald) Febres
Cordero, es un agente al que lo denuncia la fisionómica: alto, agringado,
rostro compungido propio de una infancia violenta. A este Martín lo conocí en
la oficina de don Rodrigo Paz, donde yo, posiblemente por pendejo, no pude
hacerme (en la puerta del horno) agente de la CIA.
O
lo que es peor: ni siquiera me enteré de que lo era. Ahora que soy inteligente
gracias a Telesur, creo que yo debo ser agente de la CIA aunque nunca supe dónde
cobrar el sueldo. En venganza, confieso que no he dejado mis informes en cartas
anónimas, sino en graffitis y libros impresos.
José
Hernández no es mi amigo. Pero en la entrevista que le hace Carlos Vera en el
portal ECUADOR EN VIVO, es evidente que Vera y Hernández se miran con una complicidad que no
proviene del enamoramiento recíproco, sino del temor con el que un agente de la
CIA le mira a otro agente de la CIA: así como diciendo, vamos, miénteme bonito,
pero sin meterme el dedo. Ambos creen en Adán, en el chicle y en la Coca
Cola.
Martha
Roldós es hija de Jaime Roldós Aguilera. El doctor Jaime murió en un accidente
de aviación. Se dice que el accidente no ha sido investigado. Frase hueca.
Cualquier lector de Sherlock Holmes sabe que una agencia activa y verdadera solo
mata a los propios para que no revelen los mejores secretos. Esto me lleva a
pensar que Roldós murió en su ley: era agente de la CIA y agente también es su
hija Martha y su hijo teatrero.
Gustavo
y Marcelo Larrea son políticos misteriosos: en la medida en que solo pueden
serlo los que esconden un secreto, un sueldo, una credencial oscura. Si hacen
un survey: todo el país les dirá: Agentes GO HOME.
César
Ricaurte me despierta sospechas: FUNDAMEDIOS funciona sin medios… Y eso da qué
pensar… Por lo menos en un paraíso fiscal.
Roberto
Aguilar es veneno sin destinatario
preciso. El papel triste de francotirador sin puntería solo lo cumple alguien
que recibe (creo) billete electrónico desde USA que te USA.
El
periodista Fernando Villavicencio elabora denuncias enormes que, según mucha
gente, nunca están equivocadas… Esto significa que las denuncias solo pueden haber sido
elaboradas por un Comité de la CIA. Ergo: el periodista Villavicencio no es de
la agencia. Es menso útil.
Dice
Pitigrilli: Creo en la existencia de Dios, a pesar de todas las estupideces que me han contado para
hacérmelo creer.